En sólo cuatro meses han muerto más de 800 nigerianos en enfrentamientos entre cristianos y musulmanes. Pero el conflicto se remonta a decenas de años atrás. La solución pasa por el diálogo, algo poco factible.
(Boston, EEUU y Jos, Nigeria). En lo que va de año más de 800 personas han sido asesinadas a causa de los continuos incidentes violentos que se registran en la ciudad de Jos, capital del estado de Plateau, en Nigeria. Una feroz lucha entre cristianos y musulmanes por el control de las tierras agrícolas fértiles ha desestabilizado la región durante la última década.
Jos fue en tiempos una ciudad cosmopolita, con habitantes llegados desde distintos puntos de Nigeria y del extranjero. Su altitud y clima fresco aseguran un ambiente agradable, y su agua fresca y yacimientos de minerales impulsaron negocios locales en los que trabajaban numerosos inmigrantes. Pero décadas de gobiernos predadores y de negligencia económica han convertido este enclave multicultural en un foco peligroso de tensiones étnicas y religiosas, que van a peor con cada derramamiento de sangre.
Del total de 152 millones de habitantes que tiene Nigeria, en torno a la mitad son musulmanes y la otra mitad son cristianos, y la gran falla que divide a ambas religiones atraviesa la ciudad de Jos. El estado de Plateau es en su mayoría cristiano, pero el control de Jos es una vieja batalla que enfrenta a los musulmanes hausas (parte de los cuales llegaron a la ciudad al principio de la colonización británica) y los mayoritarios grupos indígenas cristianos de los berom, afizere y anaguta.
Aunque los hausas son minoría en Plateau, son en cambio el mayor grupo étnico en Nigeria. Los cristianos, que se consideran los “indígenas” del estado de Plateau, aseguran que los hausa son meros “colonizadores” en esa región, y que si quieren pueden regresar a cualquiera de los estados de mayoría musulmana en el país.
Esta distinción entre indígenas y colonizadores supone enormes problemas legales, puesto que la ley nigeriana permite a los gobernantes locales determinar los requisitos de residencia, y los administradores suelen tomar esta decisión basándose en la herencia étnica y el control histórico de las tierras.
Como resultado de esta situación, muchos nigerianos son considerados residentes en sus lugares de procedencia étnica, de donde migraron sus abuelos o bisabuelos y que quizás no hayan visitado jamás, pero se les niega la residencia en el barrio en donde nacieron y se criaron. Sin certificado de residencia los nigerianos se enfrentan a multitud de problemas a la hora de votar o acceder a cargos políticos o a cierto tipo de empleos públicos, e incluso para comprar tierra.
Una sucesión de regímenes militares depredadores entre 1980 y 1990 descuidaron al sector industrial y gestionaron tan mal la economía nacional que los nigerianos vieron cómo su nivel de vida caía un 75 por ciento entre 1980 y mediados de la década siguiente. Siete de cada 10 personas viven ahora con menos de un dólar al día.
En el caso de Plateau, a fin de poder mantener el status quo político y económico (y para frenar a los hausa y su superioridad numérica a nivel nacional), los berom y otros líderes cristianos han negado frecuentemente el permiso de residencia a los hausa, privándoles así del derecho a voto.
En respuesta, los hausa se han estado movilizando en Jos para reclamar el estatus de indígena y su inclusión en los procesos electorales y nombramientos gubernamentales. Las tensiones surgieron en 1991, cuando el Gobierno militar dominado por musulmanes estableció un nuevo gobierno local en el barrio de mayoría hausa de Jos North. Los líderes hausa rápidamente utilizaron su superioridad numérica en el norte de Jos para excluir a los no hausa de los beneficios por ser residente.
Desde entonces, casi todas las elecciones y nombramientos políticos a lo largo de la ciudad han estado rodeados de una creciente tensión, que ha culminado con enfrentamientos violentos en septiembre de 2001, mayo de 2004 y los pasados 17 de enero y 7 y 17 de marzo. La violencia de 2004 llevó al entonces presidente Olusegun Obasanjo a imponer el estado de emergencia en Plateau por hechos que describió como “genocidio mutuo”.
La política del norte de Jos se han convertido en un juego de suma cero que justifica los enfrentamientos armados. Los choques del 28 de noviembre de 2008 se saldaron con más de 1.000 muertos. El 17 de enero pasado los enfrentamientos surgieron cuando cristianos berom invadieron un campamento de pastores fulani (musulmanes aliados con los hausa) en la población cercada de Kuru-Jenta.
Los berom asesinaron a varios fulani y tiraron sus cadáveres a pozos.
El ambiente de violencia en Jos refleja una creciente falta de diálogo entre las partes implicadas. Los líderes de ambos lados manipulan la dicotomía legal entre indígenas y colonizadores, y utilizan la identidad étnica y religiosa como herramientas para movilizar a las masas. Desde 1994 sucesivas administraciones han establecido varias comisiones de investigación sobre este conflicto a nivel federal y estatal.
La mayor parte de los informes de esas comisiones no se han hecho públicos, pero los que sí han sido difundidos indican que los gobiernos estatal y federal no han aplicado las recomendaciones que se han hecho al respecto.
No todo está perdido aún para Jos, pero si las autoridades federales, estatales y locales no toman medidas rápidamente para prevenir otra ronda de violencia en Plateau, la falla que divide a los cristianos y musulmanes se irá haciendo más grande y podría acabar estallando.
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