Dos doctrinas de Mariano Rajoy sobre el Estado de Derecho, sin salir de la misma entrevista, ayer en Onda Cero. “Las reglas de juego son muy importantes, y en democracia hay parlamentos, hay ejecutivos que gobiernan y hay un poder judicial que dice lo que es acorde a la ley”. Rajoy se refiere al Tribunal Constitucional y a la sentencia del Estatut, donde el PP es el acusador. Media hora después, las reglas de juego cambian porque cambia el reo, el sujeto pasivo. “Yo voy a apoyar a Camps y va a ser el candidato del PP a las próximas elecciones en Valencia porque comprenderá usted que eso de los tres trajes yo no me lo creo (…) diga la Justicia lo que quiera”. Rajoy habla ahora del Tribunal Supremo, donde el PP es el acusado.
Otro ejemplo de perfecta asimetría, de doble moral, de intransigencia de naturaleza pasiva, intransitiva: ayer también concedió una entrevista a la SER el responsable de Economía del PP, Cristóbal Montoro. “Si usted fuese un inversor, ¿jugaría a favor o en contra de la economía española?”, le preguntó Carles Francino. “No vale esa pregunta”, respondió espontáneo Montoro, que por poco lo pillan y en un descuido acaba mostrando la verdadera estrategia de su partido. Montoro es liberal; parte de la entrevista también la pasa alabando el infalible libre mercado y la competencia, un dogma de fe que todo lo arregla. Bueno, todo no. “En España se ha consolidado el bipartidismo porque los dos grandes partidos saben que enfrente tienen un gran rival”, explica Montoro, que se escandaliza cuando le preguntan por la posibilidad de que un tercero gobierne: “¡No estamos para inventos!”. O dicho de otra manera, en la mejor tradición liberal: la competencia es siempre maravillosa, salvo cuando el oligopolio que se rompe es el mío.
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